Por todos es sabido que la Formación Profesional se ha constituido a lo largo del tiempo como un pilar central y fundamental dentro del sistema educativo y laboral en nuestro país. No obstante, a cada paso que avanzamos, es patente que el mejor profesional no es el que más títulos atesora sino aquel que adquiere la cualificación especializada y necesaria para lo que demanda la empresa. Y para ello, la Formación Profesional Dual es la punta de la lanza que cada día atrae a más personas en, al menos, la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.
Desde que se implantó la nueva ley en el año 2022, la Formación Profesional Dual ha venido garantizando una educación de calidad, promoviendo para el alumnado oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, tejiendo la norma de que la Formación Profesional es una brillante puerta de entrada a un empleo de calidad para los jóvenes y no tan jóvenes, respondiendo soberanamente a sus aspiraciones de cualificación profesional, a la misma vez que resuelve las demandas de los sectores productivos más en auge.
Y es que la Formación Profesional Dual no es otra cosa nada más que un “aprender haciendo”, también conocido como learning by doing, o lo que es lo mismo, una metodología de aprendizaje que se enfoca en la experiencia práctica para adquirir conocimientos y habilidades. En este caso, estamos ante una formación continua del alumnado, que finaliza el ciclo elegido con una profesión nítida en el bolsillo, en la cual, quién sabe, quizá pueda trabajar el resto de su vida. Y si no al menos, servir como trampolín gigante para acceder a otros ciclos formativos.
De alguna manera, la puesta en marcha de entornos colaborativos para la formación ha sido todo un acierto, no solo en la lucha para reducir el desempleo juvenil sino también para dar un nuevo impulso competitivo al tejido empresarial. Así, este modelo de formación ha quedado configurado por los centros y las administraciones, sin olvidarse del compromiso de las empresas y de los agentes sociales, aflorando en todo momento el fiel deber de apostar por el futuro de los jóvenes y de aquellos no tan jóvenes a los que el mercado laboral no les ha sido demasiado propicio.
La primordial norma de la Formación Profesional Dual es la alternancia entre el centro de formación y la empresa, marcándose esta última como el espacio donde el alumnado puede impregnarse del aprendizaje ‘in situ’ durante un número de horas o días de estancia en la misma. Pero hay que matizar, no hablamos de prácticas en la empresa, que ya estaba presente en los ciclos formativos de grado medio y superior, sino más bien de una conciliación entre el sistema educativo y el productivo, siendo irremediablemente la Formación Profesional Dual un elemento que facilita la transición entre ambos actores.
La fórmula finalmente resulta ser todo un éxito: El sistema productivo mejora los contenidos que se imparten desde el sistema educativo, mientras que a la administración y a los centros educativos se les permite adaptarse a las necesidades del mundo laboral para el que se forman sus alumnos y alumnas. Y en este contexto, el alumnado asume el rol de empleado en cuanto a derechos y obligaciones.
En definitiva, las ventajas de la Formación Profesional Dual son muchas y evidentes: aumenta la motivación y el compromiso, desarrolla las habilidades del alumno-trabajador y de la alumna-trabajadora, incrementa la retención de contenidos a través de la experiencia, garantiza la calidad de los trabajadores y trabajadoras, y en resumen, transforma el proceso de aprendizaje haciéndolo más atractivo y efectivo. Por todo ello, un sí rotundo a la Formación Profesional Dual o al maravilloso lema de “aprender haciendo”.