La exposición a sustancias químicas peligrosas es una realidad cotidiana para miles de personas trabajadoras en nuestra región. No hablamos solo de esos productos químicos que nos vienen a la mente, almacenados en lugares apartados y acompañados de fichas de seguridad, sino de sustancias invisibles, silenciosas y presentes en materiales, herramientas o incluso el aire que respiramos.
Estas sustancias, muchas veces desconocidas por quienes las manipulan, no provocan efectos inmediatos, pero actúan de forma acumulativa. Su impacto puede traducirse en enfermedades graves como asma ocupacional, trastornos hormonales o incluso cáncer. Y aunque la ciencia avanza, la normativa sigue sin estar a la altura, dejando a las personas trabajadoras en una situación de clara vulnerabilidad.
Desde el sindicato, ponemos el foco en cuatro compuestos especialmente preocupantes por su uso habitual y sus efectos sobre la salud:
Isocianatos
Utilizados en la fabricación de espumas, pinturas, adhesivos o recubrimientos del sector automovilístico, los isocianatos son altamente tóxicos. Provocan asma, dermatitis y sensibilización química, lo que puede derivar en crisis respiratorias severas ante mínimas exposiciones. La normativa que los regula se basa en Notas Técnicas de Prevención, como la NTP 148 o la NTP 535, por lo que urge una revisión profunda que garantice reglamentos adecuados. Las medidas preventivas van desde una correcta ventilación y extracción localizada, una formación adecuada y uso obligatorio de equipos de protección, hasta la vigilancia médica periódica.
Blifenol A (BPA)
Presente en plásticos, envases de alimentos y, especialmente, en los tickets térmicos que manipulan cajeros/as y personas trabajadoras en centros logísticos, el BPA es un disruptor endocrino. Su exposición prolongada se asocia con infertilidad, trastornos metabólicos y riesgos de cáncer de mama o próstata. Incluso a bajas concentraciones puede afectar el sistema endocrino y el desarrollo neurológico infantil. Se recomienda el uso de guantes, y el lavado frecuente de manos cuando trabajamos con esta sustancia, además, se debe incentivar el uso del ticket electrónico para contrarrestar los efectos perjudiciales que los tickets térmicos convencionales pueden ocasionar.
Nanopartículas
Utilizadas en cosméticos, textiles, electrónica…, estas diminutas partículas pueden penetrar en el organismo y causar estrés oxidativo, inflamación crónica o daños pulmonares. Las personas expuestas necesitan trabajar en cabinas con extracción localizada y llevar ropa protectora específica. Además, deben realizarse mediciones para evaluar los niveles en suspensión y evitar la absorción por vía respiratoria o dérmica.
PFAS: los “químicos eternos”
Empleados en espumas contra incendios, tejidos impermeables o envases de comida rápida, los PFAS son compuestos extremadamente persistentes que se acumulan tanto en el medio ambiente como en el cuerpo humano. Su exposición se ha vinculado con enfermedades hepáticas, infertilidad, trastornos inmunológicos y diversos tipos de cáncer. Estos compuestos pueden ser inhalados, ingeridos o producir dolencias por el contacto directo con la piel, por lo que además de una correcta ventilación cuando la persona trabajadora se expone a estas sustancias, conviene utilizar equipos de protección adecuados y una exhaustiva higiene.
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que estas “sustancias fantasma” representan una amenaza real, no solo para la salud individual sino para el conjunto del mundo laboral. Es necesaria una actualización urgente de la normativa vigente, mayores recursos para la investigación, inspecciones más rigurosas y la sustitución progresiva de sustancias peligrosas por alternativas más seguras.
El desconocimiento no puede seguir siendo cómplice de la toxicidad. Es hora de actuar, exigir responsabilidad a las empresas y garantizar entornos laborales seguros. Porque el derecho a la salud y a un trabajo libre de sustancias peligrosas es esencial.