«No es verde todo lo que reluce»

Muchos son los defensores del uso de las energías renovables como alternativa para paliar el cambio climático. Sin duda son muchos los beneficios, entre los que se encuentra la práctica nula emisión de gases de efecto invernadero.

Pero hoy no vamos a entrar en ese debate. En esta ocasión queremos centrarnos en los riesgos a los que están expuestos los trabajadores/as que se dedican a la producción de este tipo de energía, y más concretamente a los dedicados a la instalación y mantenimiento de las plantas fotovoltaicas.

No hay que olvidar que España, por sus características geográficas, es uno de los países de la Unión Europea con más horas de sol y que, la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha es la que tiene mayor número de campos fotovoltaicos instalados. Por ese motivo creemos importante abordar el tema de la seguridad en las instalaciones fotovoltaicas.

En primer lugar, tenemos que conocer el proceso de transformación. La energía solar fotovoltaica permite transformar en electricidad la radiación solar por medio de células fotovoltaicas compuestas de materiales como es la sílice cristalina, el teluro de cadmio, diseleniuro de cobre e indio, y el disulfuro de cobre, indio y galio. Estas celdas se encuentran integradas en módulos solares instalados sobre estructuras que hacen de soporte. La electricidad generada es en corriente continua, por lo que para su uso debe ser convertida en corriente alterna mediante inversores.

Si traducimos esto en peligros, los riesgos laborales están presentes en la fabricación, instalación y al final del ciclo de vida de los paneles, cuando se convierten en un residuo. Al fabricarlas, se emplean más de 15 sustancias peligrosas.  Por tanto, los trabajadores que fabrican los módulos fotovoltaicos y sus componentes deben protegerse de la exposición a las sustancias que manejan.

Vamos a conocer algunos de esos riesgos, y las medidas preventivas que se deberían tomar para salvaguardar la salud de los trabajadores y trabajadoras.

Los riesgos físicos más importantes en estos trabajos son la caída de personas a distinto y mismo nivel; el atrapamiento entre objetos; la proyección de partículas; los derivados de la manipulación de cargas; las pisadas sobre objetos punzantes; los contactos eléctricos (riesgos de descarga y electrocución); el estrés térmico; los atropellos y choques con vehículos pesados; la exposición al ruido; las quemaduras por arco eléctrico; los cortes y golpes por el manejo de herramientas manuales; la exposición a temperaturas ambientales extremas; exposición a vibraciones; a radiaciones no ionizantes en los trabajos de soldadura.

Entre los riesgos químicos, se encuentran el contacto con sustancias corrosivas y causticas; con sustancias nocivas y peligrosas; con sustancias inflamables. Los riesgos ergonómicos más frecuentes que se dan son las posturas forzadas; los sobreesfuerzos y los movimientos repetitivos. Y entre los riesgos psicosociales, la fatiga mental y la insatisfacción laboral por la mala organización del trabajo.

Todos estos riesgos se pueden prevenir tomando las medidas oportunas, para así evitar que se produzcan accidentes, que en ocasiones pueden costar la vida de las personas trabajadoras.

Entre estas medidas se encuentran: establecer procedimientos de manipulación seguros, realizar mantenimientos y revisiones periódicas a los vehículos y equipos auxiliares; realizar una formación continua y específica a los trabajadores, establecer planes de emergencia y cumplir con la normativa en el uso de equipos de trabajo. En referencia al uso de protecciones, encontramos:

El uso de protecciones colectivas: es lo primero que se debe adoptar frente a un riesgo. La mayoría evitan el riesgo, otras lo reducen y controlan. Entre la multitud de protecciones colectivas que se deben adoptar, podemos destacar la delimitación y señalización de zonas de trabajo. O el uso de barandillas, plataformas, pasarelas o redes de seguridad en caso de trabajos en altura.

También es vital el uso de protecciones individuales para reducir y controlar los riesgos todavía presentes. Como es el arnés de seguridad, dispositivos anticaídas con amortiguación, cinturón de seguridad obligatorio para trabajos desarrollados en altura sin que exista una protección colectiva adecuada.

Para los riesgos ergonómicos, destacamos medidas para adecuar el ritmo de trabajo, rotar en las tareas y mantener posturas adecuadas. Y si es necesario estar tiempo agachado, será conveniente el uso de rodilleras y coderas…

Pero no todos los riesgos son físicos. También tenemos que prestar especial atención a los riesgos psicosociales. Cada vez más presentes en el ámbito laboral. Y los grandes olvidados.  Debemos adaptar la carga de trabajo a cada persona y organizar las jornadas para diversificar las tareas. Es importante tener mecanismos de comunicación y facilitar la participación y el trabajo en grupo. Y ante todo, alertar de cualquier peligro al que podamos estar expuestos o expuestas.

La salud laboral es una tarea de todos y todas.

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